Un artículo de Juan Pastor Bustamente en El País habla de un sector del que se ha hablado mucho en estos días, y del que no se saca el partido que se podría. Una utilidad que podría llegar, ni más ni menos, a ser un nuevo motor para la economía española: La cultura o, si se quiere poner en términos más en boga, las industrias creativas.
En estos días se ha hablado mucho de la cultura, pero sobre los únicos ítem que parecen importar a esta administración: derechos de autor y piratería. Ambos englobados por sus gallinas de oro: la recaudación y el Canon (y este último, dados los creativos manejos de T. Bautista and Co, puede que tenga los días contados).
Para el Estado Español, parece que las industrias creativas sólo son rentables en la que medida que se gravan y que la gente las consume, no para su deleite y crecimiento de autores y empresarios, sino para mantener un cuerpo de funcionarios que, hoy por hoy, es la aspiración de las nuevas generaciones: asegurar el futuro a golpe de oposiciones, no de riesgo y creatividad.
De manera que si elegimos creer en el poder de gente como Bunbury, en franquicias como Torrente y Zara, en ciudades como Valencia y Barcelona, en los pequeños empresarios que rehabilitan caseros de piedra en Cantabria… Si decidimos creer en la fuerza que pueden imprimir a la economía las industrias culturales, el artículo de Juan Pastor Bustamente nos regala dos datos:
1. “La industria cultural generó el 5% del PIB español y 800.000 empleos en 2010”.
2. “Según el Deparment for Culture, Media and Sport del Gobierno británico (…) en 2008, este sector contribuye con un 7,3% a la economía británica, empleando a dos millones de personas”.
Fuente | El País