Islandia fue el terreno donde se pobre la liberalización económica. El resultado fue que, en menos de una década, los pequeños bancos del país se endeudaron a niveles aterradores, sus ejecutivos recibieron jugosas compensaciones y el país cayó en una espiral de despidos, rescates e inflación. Nada diferente de lo que ocurrió en occidente unos años después.
Sin embargo, a diferencia de otros lugares que fueron saqueados por las maniobras de sus bancos, en Islandia los autores del desastre tienen nombre, apellidos y son tratados como criminales, incluso con carteles de recompensa.
Desde El Pais se informa de la captura en una suntuosa mansión de Londres de Sigurdur Einarsson, presidente ejecutivo de uno de los grandes bancos de Islandia. Junto con la suya, el país ha lanzado órdenes internacionales de busca y captura para una docena de banqueros, varios empresarios y otros tantos de políticos: las 30 personas (más o menos) responsables de la caída de la economía islandesa debido a prácticas fuera de toda proporción.
Un ejemplo: 10 de los 63 parlamentarios islandeses se habían concedido préstamos personales por 10 millones de euros por cabeza. Su justificación es que ese dinero servía para hinchar las cotizaciones bancarias.
Al frente de la cacería está el presidente de una de las naciones con más larga tradición democrática de Europa, Ólagur Grímsson, que cree que los islandeses no tienen que pagar la factura de las aventuras de su banca “sin que se les consulte».
De ser uno de los países más pobres de Europa, Islandia pasó a tener una de las bancas más boyantes del mundo, al punto de que se vio en la necesidad de reconvertir ingenieros y profesionales ajenos a la banca en economistas. La causa: la privatización de la pesca que enriqueció a unos cuantos, y estableció las bases de un sistema liberal: bajos impuestos, privatizaciones a mansalva, y desregulación, mucha desregulación.
Continúa | Banqueros en fuga (II)
Fuente | El País