Galletas, muñecas y jamón

jamon.jpgPongamos nuestro foco de atención en esos oscuros lugares donde se toman las decisiones, instancias políticas donde la mayoría de discusiones quedan colgando en el aire sin que nadie las pase a limpio en un papel o en el BOE de turno.

Y, concretando, imaginemos que existen negociaciones a nivel internacional con intensos debates que a veces necesitan de una espoleta para fraguar o decantarse de un lado o del otro. Uno de los implicados en ese teatro de operaciones le sugiere a un representante empresarial una simple medida que no carece de las características de una carga de profundidad, «no puedo decirte mucho pero no sería malo que retirases un millón y medio de tus productos del mercado entre otras cosas porque no pasan los estándares de calidad y salud. No sé qué pasaría si hay inspecciones masivas y detectamos algún problema…la salud de las personas es lo primero«. El interlocutor de quien esto ha dicho toma nota, valora los costes y hace lo que debe.

Ante toda acción hay una reacción, ya esperada porque se repite recurrentemente ante situaciones similares, que sirve para tensar las negociaciones hasta el punto deseado. Las batallas comerciales son así y de tanto en cuanto hay que hacer operaciones de este tipo.

El meollo de la cuestión no radica en si son juguetes o galletas sino en aprovechar las situaciones coyunturales en beneficio propio sin saltarse las reglas. El uso de excusas para distorsionar el libre comercio se viene usando desde hace mucho tiempo, Japón pone en tela de juicio los estándares tecnológicos, Estados Unidos los sanitarios y Europa quizá los burocráticos pero se han venido manipulando desde siempre.

Aún recuerdo el freno a las importanciones de productos cárnicos de porcino desde España debido a la fiebre porcina africana que ni era perjudicial para las personas ni parece ser ya una extraña pandemia. Sólo era una excusa, una traba, que ahora sufren otros países aunque bajo otra denominación. Justicia poética.

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