Como no puede ser de otra manera, intentaré glosar una opinión más sobre esta cuesta de septiembre. De momento los cuerpos y las mentes son todavía prisioneros del síndrome post vacacional. En unos días la todo el mundo irá despertando del letargo en el que nos encontramos, la cartera es la que originará todo el impacto emocional sobre el encarecimiento de la mayoría de los bienes de consumo y servicios, unos lo harán de inmediato y otros tratarán de suavizar la repercusión del IVA. A medida que vaya evolucionando el tiempo todos los proveedores de bienes de consumo los veremos ajustando las nuevas tarifas de precios a la realidad fiscal del momento, desde un simple café, un libro, un pantalón o una camisa.
En algunos la subida es brutal, del 18% al 21% o del 8% al 21%, se trata de subidas espectaculares y que, de cualquier modo, van a repercutir en los bolsillos de los ciudadanos. En principio una subida de este impuesto sobre el consumo, en un momento de recesión económica y con una tasa de paro del 25% parece, a primera vista, una incongruencia. La capacidad recaudatoria de este impuesto es tremenda, vivimos en una sociedad de consumo, por lo tanto, la recaudación está poco menos que garantizada. Otra cosa es, el medio y largo plazo. A medida que transcurra el tiempo y la recesión vaya a más, empezarán a sentirse las consecuencias de esta subida de impuestos. La clase media en su totalidad es la que más lo va a padecer, además de los parados y las familias menos favorecidas. Me temo que nos encaminamos hacia una situación que los economistas denominan estanflación, una situación de estancamiento económico con inflación, no veo ningún atisbo de crecimiento económico por ningún lado, de todos modos hago la siguiente apreciación respecto a los estudios previos de simulación económica que nuestros técnicos y políticos del PP habrán tenido que desarrollar considerando un escenario como el actual, o peor incluso.
Es probable que los servicios de estudios macroeconómicos dispongan de herramientas suficientes que permitan hacer una valoración como la que ha hecho los gobiernos respecto a la utilización de la política fiscal como instrumento anticíclico eficaz para combatir la situación actual. Aun así, un marco en el que nos encontramos con una política monetaria contractiva (y no disponible por el gobierno) junto con una política fiscal restrictiva, esta policy mix no es ni mucho menos favorecedora de un clima de sosiego empresarial y social. Ante el encarecimiento del consumo, es lógico que se produzca una caída del mismo y las empresas no puedan soportar dicha situación reaccionado con más despidos y menos contrataciones a corto y medio plazo.
Para concluir es interesante señalar la existencia de una corriente de pensamiento, originada en los Estados Unidos y liderada por el economista Arthur Laffer, todo empezó plasmando su teoría en una servilleta en un restaurante ante Dick Cheney, argumentando que superando un punto en su curva propuesta, la recaudación fiscal empezaría a descender rápidamente, se trata de buscar el equilibrio fiscal para evitar la desmotivación de los profesionales y empleados, cuantas más horas se trabaja más presión fiscal. Laffer realizó este estudio basándose en las tablas de IRPF en los Estados Unidos. Nos toca reflexionar y ver qué puede pasar aquí, en España.