Existen muchas razones para alcanzar el éxito. En primer lugar, la realidad es que la ley de la supervivencia a nivel laboral en la sociedad actual implica tener un talante triunfador para poder destacar en positivo por encima de los demás. Esta es una de las razones por las que nunca deberías cansarte de estudiar y de seguir formándote. Además, el éxito en sí mismo no es una meta sino un proceso, es decir, un camino.
Por tanto, tener la satisfacción de contar con proyectos que te entusiasman de verdad también puede empujarte a ser un poco más feliz cada día. De hecho, una empresa sin ilusiones se estanca y no crece. También existe otra razón esencial para llegar a lo más alto: y es que debes creer en ti mismo. Saber que eres una persona capaz de evolucionar. Lo bonito de la carrera profesional es que un trabajador es capaz de dar mucho más de sí cuando tiene cuarenta años que cuando tiene 25 y siente la inexperiencia de muy cerca.
Cuando hablo de éxito no me refiero a ganar un gran sueldo, sino a tener un trabajo que de verdad te estimula, te hace vibrar y aporta un sentido valioso a tu existencia. De hecho, a veces, un éxito también está bañado de un aparente fracaso. Así sucede cuando te arriesgas y las cosas no salen como habías planificado o como habías esperado. Sin embargo, el verdadero triunfo en la vida está en dar el paso de hacer las cosas por ti mismo y tomar la iniciativa sin miedo de que no salgan exactamente como te hubiese gustado.
Seguro que puedes sacar una lectura positiva de una derrota que estuvo cargada de valentía y de fuerza. En última instancia, si no lo hubieses intentado nunca hubieses sabido qué habría pasado.
Imagen: Cristian Quezada