A los ojos del neófito, e incluso de muchos inversores de solera, el mundo de la rentabilidad es una jungla compleja y cruel, donde sólo se sobrevive (y se obtienen beneficios) mediante complejas carteras y enredadas estrategias para solventar riesgos.
Sin embargo, y como lo expone un excelente artículo de José Trecet, en la Bolsa, como en todos los aspectos relevantes de la vida, la simpleza es la clave.
Trecet lo demuestra citando el caso de David Swensen, brooker de la Universidad de Yale, que el año pasado logró una revalorización de sus títulos de un 28%. Su estrategia de posicionamiento es un reflejo de su máxima «Keep it simple» (Mantenlo sencillo): una cartera simple y diversificada (basada en fondos indexados) que concentra valores de fácil seguimiento. Y, ante todo, mantenerse a largo plazo, incluso en contra de las previsiones del mercado. «Diversificar contra la ignorancia colectiva«, evitando los movimientos de pánico y esa excesiva atención a la rumurología.
Un consejo valioso para un entorno en el que se cree que la información privilegiada es una vía infalible de enriquecimiento.