Hasta la Crisis, que inició en el 2007 y que para algunos ha terminado, y que para otros sólo toma su segundo y más violento aire, el ladrillo era considerado el motor de la economía española. Y como todo sector que ofrece alta rentabilidad a un bajo riesgo, el sector inmobiliario se convirtió en una burbuja que todavía mantiene a España en una azarosa exposición.
El impulso de una sobreoferta y de créditos hipotecarios a mansalva arrojó un stock de viviendas sin vender (se estima que hay un millón de viviendas vacías en nuestro territorio) y dejó a una banca debilitada por su exposición a un sector herido en su línea de flotación. Para muchos analistas, locales y extranjeros, el sector inmobiliario aún debe pasar por un ajuste de precios que podría llegar hasta un 40%.
Ante esos antecedentes, ¿es conveniente apostar por el ladrillo? Muchos creen, todavía, que sí.
Y es que, en lo que se refiere a las aspiraciones culturales, la idea del piso propio (o de la casa propia) está muy dentro del ADN hispano: es casi una obligación que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso vital.
De ahí que, aún viendo la mar encrespada muchos sigan en un sector que posa su piedra de toque sobre terrenos movedizos…
Continúa | Recomiendan abandonar el sector inmobiliario (II)