Supongo que, en principio, no es ni malo ni tiene por qué ser bueno. En primer lugar, cabe tener cierta aprensión respecto a las privatizaciones porque empiezan siendo parciales y acaban siendo generales pasando del catering a servicios sanitarios puros como las pruebas analíticas o las radiografías. También hay que pedir a los responsables de esta medida que sean más transparentes, es decir, que cuantifiquen el ahorro que supone y en qué van a invertir esos recursos liberados. No hacerlo así deja abierta la posibilidad a pensar que se externaliza para ahorrar sin mejorar nada a cambio con lo que las únicas beneficiadas serían las empresas contratistas y con fondos públicos por añadidura. Así como solicitar a los que deciden estas cuestiones que expliquen si no han encontrado otra manera de mejorar lo existente antes de acudir a servicios externos.
Creo que en nuestro país no hay demasiadas dudas en cuanto al tipo de sanidad, en concreto, que se quiere: pública y de calidad. A los ciudadanos de a pie nos importa poco si esto puede realizarse con externalizaciones o no pero sí está en nuestra mano exigirlo de manera efectiva como también queda del lado de los funcionarios quitarse de encima el aire decimonónico que tanto les perjudica. Y cuanto más se hable de estas cosas, mejor.
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