Existen muchos tipos de jefes diferentes en base al carácter y al modo de ser de la persona. Supuestamente, un jefe paternalista tiene rasgos muy positivos: por ejemplo, suele ser amable, cariñoso, protector y hace la vida agradable a los trabajadores de una empresa. Sin embargo, del mismo modo que tiene cosas positivas también tiene cosas negativas.
Y es que, no delega en los empleados, por tanto, no permite que los trabajadores puedan crecer dentro de la empresa al asumir nuevas responsabilidades. Algunos trabajadores puede que se sientan muy cómodos y seguros ante este modelo de relación, sin embargo, otros terminan arrastrando una gran frustración y agotamiento mental, sencillamente, porque la vida laboral es muy larga, y aquellos que de verdad tienen motivación aspiran a no estancarse.
Además, también aspiran a poder aportar sus propias ideas. La sobreprotección no es buena en ningún ámbito de la vida. Tal vez se ve de una forma más clara en los vínculos familiares. Por ejemplo, aquella madre que es sobreprotectora con su hijo hasta el límite de la obsesión no permite que su niño evolucione y desarrolle sus propios recursos. Dentro del trabajo, la independencia también es de lo más positiva.
Es decir, un jefe que da libertad a los empleados está creando un clima adecuado de responsabilidad en tanto que así, las personas pueden hacerse responsables de sus éxitos pero también, de sus fracasos. Por supuesto, un jefe paternalista también puede cambiar en parte su carácter si se da cuenta de sus errores. Y es que, la superación personal muestra que una persona no es una entidad cerrada y fija.
Sin duda, la relación entre un jefe y un empleado siempre se puede mejorar.