Cuando estamos en la universidad, todos tenemos grandes sueños, metas e ideales. Algunos de estos sueños persisten a lo largo del tiempo mientras que otros mueren por pura inercia como consecuencia del miedo o también, de los límites que impone la realidad.
Lo cierto es que las cosas no siempre son como uno querría. Algo que se nota todavía más en un momento de crisis económica donde los sueldos son más bajos, el nivel de competencia aumenta y donde las posibilidades de encontrar un trabajo se reducen al mínimo. El campo de encontrar un empleo se reduce todavía más si queremos apostar por la vocación.
Pero los sueños de juventud también son aquellos que te ayudan a salir hacia adelante, es decir, te impulsan porque dichas metas son una corazonada de magia que guía tu vida y te impulsa en el camino hacia la felicidad. Cualquier joven licenciado tiene ganas de aportar algo nuevo a una empresa y de hacer mejor las cosas. ¿Por qué hemos de conformarnos con la cruda realidad y no apostar por el cambio?
Sin duda, merece la pena potenciar todos esos sueños de juventud porque en la medida en que van mueriendo también desaparece la vocación.
Imagen: La ciencia y sus demonios
